Me tomó cuarenta segundos enamorarme. En la primera secuencia de Iechyd Da (la canción no está en Bandcamp, por eso el link a Spotify) te das cuenta de por qué lo escuchás. Bill Ryder-Jones es un tipo sensible. Fundó The Coral, se fue, volvió y se volvió a ir en su etapa más exitosa. En el medio, le peleó a la depresión. A juzgar por su último disco, le ganó, pero el perro negro siempre anda por ahí. Bill escribe con sorna y fluidez, como los mejores cantautores británicos, y arregla con delicadeza. Clásico y moderno, como un buen bluyin.
«Si me preguntaran cómo me gustaría pensar al pop actual desde un sonido futuro sería así: sentimental, expansivo, riesgoso, sincero», dije acerca de este disco en la red social del (ex) pajarito. ¿Por qué pensar en el futuro? Bueno, porque para algún lado irá a salir. Hay señales de que este estilo hiperexpresivo es, de algún modo, un camino. Pero hay demasiadas tangentes como para estar seguro de algo. Por ahora, contemplemos la belleza misteriosa de un álbum como el de la sueca El Perro Del Mar antes que sea demasiado tarde y todo esto se desvanezca en el aire.
Es demasiado fácil, casi una invitación, desestimar a lo que los algoritmos —por ende, el mercado— han dado en llamar música urbana. Pareciera que el nombre dado al estilo fuera una profecía autocumplida y sus (muchos) lanzamientos se transformaran en eso: ruido de fondo de la ciudad moderna, como los bocinazos y las frenadas de la calle. Me recuerda a Tom Waits viviendo en New York en la época de Swordfishtrombones, cuando decía que encontró la inspiración entre esa barahúnda. Desde este espacio propongo que intentemos hacer lo mismo. De otro modo nunca sabremos si no nos estamos perdiendo algo.